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Insólito. Uno pensaría que desde un sencillo sacerdote hasta, con más razón, un cercano al Papa como el Cardenal Errázuriz tienen la obligación moral de informar a la cabeza de la Iglesia Católica sobre cualquier problema.

Pero Fco Javier Errázuriz dice que a él no le correspondía. Y pretende mostrar casi como ejemplar cuál fue su accionar ante las denuncias por Karadima.

Para las víctimas, Errázuriz fue parte de su sufrimiento. James Hamilton cuenta que desechó su 1ra denuncia, a Cruz en carta a Ezzati Errázuriz lo trató de serpiente. No fue ni diligente, ni caritativo.

Da lo mismo si aconsejó al Papa no nombrar a Barros si el consejo estaba fundado sólo en que la situación era conflictiva y no en las acusaciones de encubrimiento.

Pendiente, pero no olvidado, saber quiénes más que no son ni obispos, ni cardenales, informaban o desinformaban al Papa y por qué él no recibió a voces disidentes.

De los cómplices silenciosos, es difícil esperar una petición de perdón. Pero por las víctimas sería lo mínimo, por pudor, el silencio en vez de la auto justificación.

De la jerarquía católica que entienda que no basta con enfrentar los abusos sexuales de sacerdotes. Hasta que no castigue a los cómplices, encubridores y negligentes, habrá nuevos Karadimas. Y en esto, varios obispos chilenos, no sólo Barros, tendrán algo que decir.

 

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